La infanta Cristina explica que Leonor ha necesitado tratamiento médico para ir a los Princesa de Asturias.
La infanta Cristina se va de la lengua por su enemistad con Felipe VI.

La infanta Cristina y la confidencia que sacude a la Casa Real: el verdadero motivo detrás de la ansiedad de Leonor antes de los Premios Princesa de Asturias.
La tensión en la Casa Real española vuelve a ser protagonista a las puertas de una de las citas más esperadas del año: los Premios Princesa de Asturias.
Lo que debía ser una jornada de orgullo y unidad familiar se ha visto ensombrecida por unas declaraciones de la infanta Cristina que han causado un terremoto mediático.
En un comentario confidencial a su entorno más cercano, la hermana del rey Felipe VI habría revelado que la princesa Leonor necesitó apoyo médico y psicológico para afrontar su participación en los galardones, desvelando así una información que nunca debió salir del ámbito privado de Zarzuela.
Cristina de Borbón, que siempre fue una de las figuras más discretas del entorno real, se ha convertido ahora en el epicentro de un nuevo desencuentro familiar.
La relación con su hermano menor nunca volvió a ser la misma tras el escándalo del caso Nóos.
En aquel entonces, la infanta se sintió abandonada por la institución, que la apartó de los actos públicos y limitó su presencia oficial al mínimo. Años de distancia, de silencio y de reproches velados han erosionado lo que antaño fue una complicidad fraterna sólida.
Y aunque tras su divorcio de Iñaki Urdangarin se produjo un tímido acercamiento, el resentimiento parece seguir latente.
El comentario que lo ha desatado todo surgió, según fuentes próximas, en una conversación privada con amigas de confianza.
En ese contexto, la infanta habría comentado que Leonor, la futura reina de España, afrontaba con dificultad los actos públicos debido al estrés que le genera la exposición mediática.
Mencionó que en su infancia había necesitado apoyo profesional para manejar su ansiedad escénica y que, incluso ahora, antes de eventos importantes, sigue recibiendo orientación psicológica y técnicas de relajación.
La revelación, más allá de su tono inocente, ha sido interpretada en Zarzuela como una grave indiscreción.
La Casa Real mantiene una política férrea de confidencialidad respecto a la salud y la vida privada de sus miembros, especialmente en lo que respecta a la heredera al trono.
Que esa información haya salido a la luz no solo expone a la joven princesa a la presión mediática, sino que también deja en evidencia la fragilidad de las relaciones internas entre los Borbones.

Leonor, que este año cumple 20 años, vive uno de los momentos más exigentes de su vida pública.
Su formación militar en Zaragoza, su preparación institucional y su rol creciente en los actos oficiales la han colocado en el centro de la atención mediática.
La princesa ha demostrado disciplina y serenidad, pero también carga con el peso de la expectativa: representar el futuro de la monarquía española.
No es de extrañar, por tanto, que los días previos a su gran discurso en Oviedo estén cargados de nervios y tensión.
Según se ha filtrado, la joven heredera utiliza en algunos actos un discreto dispositivo auditivo para recibir indicaciones durante sus intervenciones públicas, un recurso técnico que le permite mantener la compostura y evitar errores.
Este detalle, que en cualquier otro contexto pasaría desapercibido, se ha convertido en tema de debate en las redes sociales, alimentado por las declaraciones de la infanta Cristina.
Dentro de Zarzuela, la reacción no se ha hecho esperar. Felipe VI y la reina Letizia habrían mostrado su malestar por lo ocurrido.
No solo por la filtración en sí, sino por lo que implica: una nueva fractura en el pacto tácito de silencio que los miembros de la familia mantienen respecto a los asuntos privados.
En un entorno donde la discreción es sinónimo de lealtad, cualquier palabra fuera de lugar puede tener consecuencias irreparables.
La figura de la infanta Cristina sigue siendo una presencia incómoda para la institución.
Aunque oficialmente nunca ha perdido su condición de miembro de la familia real, su vida pública se desarrolla al margen de la agenda oficial.
Reside entre Suiza y Barcelona, dedicada a sus hijos y a proyectos privados, lejos de los focos.
Sin embargo, su nombre sigue despertando controversia cada vez que sale a la palestra.
Esta vez, las palabras que pronunció con aparente inocencia han reabierto viejas heridas en un momento en el que la monarquía busca proyectar una imagen de estabilidad y cohesión.
Leonor, ajena en apariencia a la tormenta, se prepara para protagonizar el acto más importante del año.
Su discurso de clausura en los Premios Princesa de Asturias será una nueva prueba de madurez institucional.
Los asesores de la Casa Real confían en que la joven heredera muestre la misma serenidad que la ha caracterizado en sus recientes apariciones públicas, demostrando que está lista para asumir, paso a paso, el papel que le corresponde.
A nivel mediático, la noticia ha tenido un eco considerable. Varios medios digitales y televisivos han recogido la supuesta confidencia de la infanta, alimentando las especulaciones sobre la tensión interna en la familia.
Las redes sociales, por su parte, se han llenado de mensajes de apoyo hacia Leonor, valorando su esfuerzo por estar a la altura de la responsabilidad que le impone su destino.
Desde el punto de vista institucional, esta polémica se produce en un momento delicado.
La Casa Real atraviesa una etapa de prudencia comunicativa, centrada en reforzar la figura de la princesa y en consolidar su imagen pública.
La filtración, por tanto, no solo pone en entredicho la unidad familiar, sino que también compromete la estrategia de comunicación diseñada para proyectar una monarquía moderna, cercana y ejemplar.
A pesar de la controversia, la figura de Leonor emerge fortalecida. La empatía que genera una joven que, como cualquier otra persona, enfrenta sus inseguridades, ha despertado la simpatía del público.
En un país donde la transparencia y la humanidad se valoran cada vez más en las figuras públicas, conocer que la heredera ha superado sus miedos personales puede incluso reforzar su conexión con la ciudadanía.
Mientras tanto, la infanta Cristina guarda silencio. Su entorno asegura que no tenía intención de perjudicar a nadie y que sus palabras fueron malinterpretadas. Sin embargo, el daño está hecho.
En la Zarzuela, la confianza es un valor que, una vez quebrado, cuesta mucho recuperar.
Y aunque los Premios Princesa de Asturias volverán a brillar con la solemnidad habitual, tras los aplausos y las cámaras seguirá flotando una pregunta: ¿qué tan unida está realmente la familia real española cuando las puertas se cierran?
