Rufián califica como nadie a Mazón tras confirmar su asistencia al funeral de las víctimas de la DANA.
El presidente de la Generalitat, en contra del deseo de los familiares de las víctimas, acudirá al acto de Estado en memoria de los fallecidos esta tarde del miércoles.
La polémica que rodea al Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, por su decisión de acudir al funeral de Estado en honor a las víctimas de la DANA de octubre de 2024 en Valencia, ha alcanzado nuevos niveles de tensión.
El acto, convocado para conmemorar el primer aniversario de aquella tragedia que dejó al menos 237 muertos, se esperaba como momento de recogimiento y solidaridad.
Sin embargo, la asistencia de Mazón ha sido vista por muchas familias como un agravio, y la reacción del portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso, Gabriel Rufián, lo ha convertido en noticia nacional.
A escasos días del acto, Mazón confirmó que asistiría a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia para el homenaje.
Esto a pesar de las reiteradas peticiones de asociaciones de víctimas y familiares que habían solicitado que no acudiera al funeral, argumentando que su presencia generaría más dolor que consuelo.
Para quien debía encarnar la voz institucional de la reparación, su decisión ha sido interpretada como una provocación.
En los pasillos del Congreso, Gabriel Rufián no dudó en lanzar una andanada verbal sin precedentes: calificó de “inútil”, “mentiroso” y hasta “psicópata” al presidente valenciano por acudir al acto en contra del deseo de las víctimas.
“Es de psicópata ir en contra del criterio de los familiares en el funeral”, llegó a decir.
Y no se quedó ahí: añadió que Mazón tiene “cómplices” —en alusión a los apoyos institucionales que mantiene—, lo que agrava aún más la cuestión desde su punto de vista.
El funeral de Estado es un momento solemne: intervenciones, lectura de nombres de las víctimas, ofrenda floral y presencia de altos representantes del Estado, incluida la corona.
Se esperaba que el 29 de octubre se convirtiera en un acto de unidad. Pero en cambio se ha politizado.
En primer lugar, porque la gestión del desastre por parte de las instituciones valencianas ha sido objeto de crítica durante todo este año, y en segundo, porque la presencia de Mazón vuelve a poner sobre la mesa la cuestión de la rendición de cuentas.
Las familias afirmaban que aún no se ha cumplido con las expectativas de reparación, ni se ha ofrecido una explicación clara sobre lo que ocurrió.
Desde la Generalitat se anunció esa misma mañana que el día 29 de octubre pasará a ser declarado como jornada oficial de duelo en las tres provincias de la Comunitat Valenciana, “en recuerdo de las víctimas” de la DANA.
Fue una declaración institucional imprevista, una respuesta formal a la presión pública, pero limitada en cuanto a compromisos de fondo.
Mazón admitió que su gestión “no fue suficiente”. Pero evitar mencionar una petición explícita de perdón fue interpretado como evasión.
Para muchos de los afectados, lo simbólico ya no basta: la víctima espera reconocer responsabilidades, ver que se adopten medidas concretas o que se presente una rendición de cuentas real.
La jornada debía ser de recuerdo y recogimiento, pero ha derivado en un escenario de tensión política.
El simple hecho de que Mazón acudiese cuando era contrario al deseo explícito de las víctimas es interpretado como insensibilidad o soberbia, dependiendo del interlocutor.
El discurso de Gabriel Rufián ha reavivado el foco mediático sobre Mazón: sus decisiones, su gestión el día de la catástrofe, la espera de que los damnificados reciban explicaciones y se sientan escuchados.
En España, el primer aniversario de la DANA ya venía marcado por manifestaciones, críticas y peticiones de dimisión hacia el presidente valenciano.
En ese ambiente, acudir al funeral adquiere una dimensión mucho más que protocolaria.
Desde el punto de vista informativo, este episodio plantea preguntas que trascienden el acto en sí: ¿qué papel juegan las figuras institucionales en momentos de duelo colectivo cuando sus actuaciones están bajo sospecha? ¿Cómo debe compatibilizarse la presencia institucional con el deseo legítimo de las víctimas? ¿Es la participación automática un símbolo de reparación, o puede convertirse en señal de provocación si no se ha cumplido con la exigencia de justicia o reconocimiento previo?
En términos de SEO, las palabras clave que emergen son claras: “funeral de Estado”, “víctimas de la DANA”, “Carlos Mazón”, “Gabriel Rufián”, “Generalitat Valenciana”, “presión de las víctimas”. Estas combinaciones configuran un paisaje mediático cargado de simbolismo y confrontación política.
El espectador y la ciudadanía observan un hecho que combina dolor social con confrontación institucional.
Las familias demandan registro de los hechos, claridad, compromiso, no simplemente presencia.
En ese sentido, la crítica de Rufián pone el foco en la coherencia: asistir al funeral sin haber afrontado el cuestionamiento público sobre lo ocurrido puede interpretarse como un paso vacío o incluso desafiante hacia quienes sufrieron la pérdida.
Por otro lado, para Mazón y su entorno, la decisión de acudir al acto puede entenderse como cumplimiento institucional del protocolo, como presencia que se considera obligatoria en un homenaje nacional.
Pero en política, el símbolo importa. Y en este caso, la planificación, la sensibilidad, el momento y el contexto —con víctimas aún heridas, con preguntas sin responder— cambian el sentido del gesto.
La situación también revela la tensión creciente entre gestión pública y rendición política.
En los últimos meses, Mazón ha sido objeto de múltiples movilizaciones, peticiones de dimisión y críticas que señalan su desempeño en el día de la DANA.
El aniversario y el acto de Estado actúan como un espejo sobre aquella gestión. Allí convergen el duelo, pero también la política, la exigencia de verdad y la memoria colectiva.
Finalmente, cabe preguntarse cómo evolucionará este episodio en el corto y medio plazo.
El funeral se celebrará, las autoridades acudirán, los discursos se producirán, los minutos de silencio se cumplirán.
Pero detrás de ese ritual queda el trabajo pendiente: el esclarecimiento, la ayuda a los damnificados, la reconstrucción y la justicia.
Y en ese marco, la figura de Mazón queda expuesta a la interpretación pública: para unos, un actor institucional que cumple; para otros, un símbolo de una gestión insuficiente.
En resumen, la presencia de Carlos Mazón en el funeral por las víctimas de la DANA ha detonado una reacción política inesperada.
La crítica de Gabriel Rufián, que lo calificó de “psicópata” e “inútil”, no es solo insulto: es la cristalización de una tensión acumulada entre las víctimas, la opinión pública y las instituciones valencianas.
Y el hecho de asistir al homenaje cuando las familias pedían lo contrario añade una carga simbólica que podría reconfigurar la percepción pública sobre la crisis, la memoria y la responsabilidad en escenarios de catástrofe.
En este primer aniversario de la tragedia, la Ciudad del Turia se viste de luto por las 229 víctimas -237 contando las de Castilla-La Mancha y Andalucía- que fallecieron a causa de las fuertes riadas de aquella fatífica jornada.
Al funeral de Estado acudirán, como la voz cantante, los familiares de las víctimas mortales, así como los reyes, Felipe VI y Letizia; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a algunos ministros de Moncloa; también autoridades de la Generalitat y otras del plano institucional nacional y territorial.
El acto solemne tendrá lugar en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia a partir de las 18:00 horas.