«Barbara Lennie rompe esquemas: su respuesta sobre el régimen de Franco deja a todos atónitos». Una pregunta incómoda. Un silencio tenso. Y una respuesta que nadie se había atrevido a dar hasta ahora. La actriz no solo respondió, sino que desmontó el tema, aún controvertido, de la nostalgia por Franco entre los jóvenes. Directa. Inesperada. Impactante. Lo que dijo —y cómo lo dijo— dividió a España.

Preguntan a Bárbara Lennie por el 19% de los jóvenes que añoran el franquismo y da una respuesta que nadie había dado.

 

 

 

 

Prefiere analizar de otra forma esos datos del CIS.

 

 

 

 

 

 

La actriz Bárbara Lennie, reconocida por su talento y compromiso social, ha vuelto a demostrar su profundidad de pensamiento con una respuesta que ha generado un amplio debate.

 

 

 

Durante la promoción de su nueva película Los Tigres, la ganadora del Premio Goya y del Forqué fue preguntada por un dato inquietante del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS): el 19% de los jóvenes españoles considera que los años del franquismo fueron “muy buenos”. Lejos de reaccionar con indignación o sorpresa superficial, Lennie ofreció una lectura distinta, cargada de reflexión y perspectiva feminista.

 

 

En una entrevista concedida a El Periódico, la actriz respondió con serenidad a la cuestión que ha despertado preocupación en el ámbito político, educativo y cultural.

 

 

“Yo elijo quedarme con la parte menos negativa del dato”, afirmó, matizando que “dentro de ese porcentaje hay muy pocas mujeres, y eso demuestra que el trabajo hecho por el feminismo ha tenido efecto, porque muchas chicas entienden que es necesario reivindicar ciertas cosas básicas”.

 

 

Sus palabras, breves pero contundentes, ofrecieron una mirada optimista dentro de una estadística que muchos interpretan como un síntoma de desmemoria histórica.

 

 

El estudio del CIS, publicado a mediados de octubre, muestra una tendencia que ha sorprendido a sociólogos y analistas: una parte significativa de la población joven y adulta ve con cierta indulgencia la dictadura franquista, más de cuatro décadas después del final del régimen.

 

 

Entre los encuestados que consideran aquella etapa como “buena o muy buena”, figuran un 15,9 % de jóvenes entre 25 y 34 años, un 18,5 % entre 35 y 44, y porcentajes crecientes en las franjas de mayor edad, hasta alcanzar un 25,8 % entre los mayores de 75 años.

 

 

Los expertos coinciden en que estas cifras reflejan un problema estructural de educación histórica y memoria democrática.

 

 

Bárbara Lennie, que siempre ha mostrado una voz crítica y reflexiva en cuestiones sociales, prefirió abordar el tema desde una perspectiva constructiva.

 

 

“No podemos bajar la guardia, porque los logros que tanto trabajo exigen pueden perderse muy rápidamente”, advirtió.

 

 

“Es urgente hacer cambios en la educación. Mientras la Guerra Civil y el franquismo sigan sin estudiarse en los colegios e institutos, los jóvenes seguirán sin saber realmente de qué están hablando cuando opinan sobre ello”.

 

 

Su reflexión apunta directamente a un problema que historiadores como Julián Casanova vienen señalando desde hace años: la falta de enseñanza rigurosa sobre la dictadura y sus consecuencias en la sociedad actual.

 

 

Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza y autor de numerosas obras sobre el siglo XX español, coincidió en su diagnóstico con la actriz.

 

 

En una entrevista reciente para Faro de Vigo, el historiador fue tajante: “Lo que está funcionando es la desmemoria”.

 

 

A su juicio, el relato distorsionado que blanquea el régimen de Franco se ha ido filtrando en parte del discurso público y mediático, sobre todo en entornos donde se banaliza la represión y se omite el sufrimiento de millones de españoles.

 

 

“Hace muchísimo tiempo que hay gente, no solo en España, que intenta presentar a los tiranos como modernizadores”, explicó.

 

 

“Han tratado de convencer de que esa tiranía no era tal, que fue un invento, que funcionó y que ayudó a las clases populares”.

 

 

Las palabras de Casanova encuentran eco en los debates que han resurgido a raíz de los datos del CIS. Mientras parte de la sociedad percibe el auge de esta nostalgia como un fenómeno aislado o incluso anecdótico, otros lo interpretan como una alerta sobre la fragilidad de la memoria democrática en España.

 

 

En este contexto, las declaraciones de Bárbara Lennie aportan una voz diferente, no centrada en el reproche, sino en la necesidad de educar y reflexionar. Su análisis, más allá del titular, invita a mirar el problema con profundidad y responsabilidad.

 

 

La actriz, conocida por su compromiso en causas feministas y su apoyo a proyectos sociales, defendió que el feminismo ha desempeñado un papel clave en el cambio de mentalidad de las nuevas generaciones.

 

 

Según Lennie, la baja presencia de mujeres entre quienes idealizan la dictadura demuestra que los avances en igualdad han tenido un impacto en la forma en que ellas interpretan la historia.

 

“Las mujeres jóvenes saben lo que supuso el franquismo para sus abuelas y bisabuelas.

 

 

Entienden que no fue una época de orden ni de prosperidad, sino de silencio y represión”, explicó en la entrevista.

 

 

Sus palabras reflejan un vínculo intergeneracional que, pese al paso del tiempo, sigue marcando la memoria colectiva de las familias españolas.

 

La respuesta de Lennie ha sido ampliamente compartida en redes sociales, donde numerosos usuarios la han elogiado por su sensatez y su capacidad de enfoque.

 

 

En un momento en el que las polémicas se amplifican fácilmente en el debate digital, su tono calmado y reflexivo ha sido recibido como un soplo de cordura.

 

 

No es la primera vez que la intérprete combina su carrera artística con un discurso comprometido: desde su irrupción en el cine español con películas como Magical Girl o El Reino, Lennie se ha destacado por elegir proyectos con contenido social y por no esquivar las preguntas sobre política, igualdad o cultura.

 

 

El debate sobre la memoria histórica sigue siendo uno de los más complejos en la sociedad española.

 

 

La aprobación de la Ley de Memoria Democrática, la retirada de símbolos franquistas y el traslado de los restos de Franco del Valle de los Caídos fueron pasos significativos, pero no suficientes para garantizar una comprensión crítica y pedagógica del pasado.

 

 

Para muchos historiadores, la enseñanza de la dictadura en los centros educativos continúa siendo superficial, con lagunas graves que impiden a los jóvenes formarse una opinión basada en hechos.

 

 

En este sentido, el mensaje de Bárbara Lennie se alinea con las demandas de docentes y expertos que reclaman una revisión urgente de los programas escolares.

 

La actriz cerró su reflexión con una advertencia que resonó entre los lectores: “Los logros democráticos no son eternos.

 

Si no se enseñan, si no se recuerdan, pueden desaparecer”. Una frase que, lejos de ser retórica, resume el temor de quienes ven cómo parte de la juventud crece sin referencias claras sobre lo que significó vivir bajo una dictadura.

 

 

Su postura no busca señalar culpables, sino impulsar un debate que lleve a reforzar la conciencia crítica y la responsabilidad colectiva.

 

 

 

El caso del 19% de jóvenes que añoran el franquismo no puede entenderse como un fenómeno aislado, sino como un síntoma de una sociedad que todavía no ha terminado de cerrar sus heridas.

 

 

En este contexto, las voces del arte y la cultura, como la de Bárbara Lennie, cumplen una función esencial: conectar la emoción con el pensamiento, la historia con el presente.

 

 

Su intervención no solo ha iluminado un dato del CIS, sino que ha recordado la importancia de mantener viva la memoria y de seguir educando en valores democráticos.

 

 

Mientras continúa su promoción cinematográfica, Bárbara Lennie ha vuelto a demostrar que la cultura no es solo entretenimiento, sino también conciencia.

 

 

Su manera de abordar un tema tan delicado con serenidad y profundidad ha sido, para muchos, la respuesta que faltaba en un debate que no puede seguir reduciéndose a cifras o titulares.

 

 

En tiempos de confusión y discursos simplistas, su voz se alza como una invitación a pensar, a recordar y, sobre todo, a no olvidar.

 

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