Dicen que el poder no desaparece de un día para otro… pero esta vez, algo se había roto en silencio, y las repercusiones llegaron hasta la sede del Génova. Feijóo —el hombre que había prometido orden— estaba al borde del abismo, mientras que Mazón —su aliado, nunca tan sincero— forjaba su propio camino. Reuniones secretas, llamadas sin respuesta, tensiones en los pasillos del PP… todo se combinaba para pintar un panorama turbio. ¿Se pagó por la respuesta? ¿Quién atacó primero? Lo que una vez fue un desacuerdo interno se había convertido en una guerra fría que todos sentían, pero para la que nadie estaba preparado. Se borraron mensajes, se esfumaron las muestras de lealtad y las cámaras seguían sin grabar en el peor momento posible. Lo que estaba en juego ya no era el liderazgo… sino la supervivencia. Y mientras Feijóo intentaba recuperar lo que quedaba, una pregunta se cernía sobre Madrid como un fantasma: ¿Quién apagaría las luces esta vez?

FEIJÓO ESTÁ A PUNTO DE CAER CON MAZÓN. ESTÁ EN LAS ÚLTIMAS.

 

 

 

 

 

 

La crisis del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo y el Partido Popular ante el reto valenciano y Vox.

 

 

El Partido Popular (PP) atraviesa uno de sus momentos más delicados desde la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia nacional.

 

 

La dimisión de Carlos Mazón como presidente de la Generalitat Valenciana, tras una gestión marcada por la polémica y el rechazo de las víctimas de la DANA, ha puesto en evidencia las debilidades internas del PP y ha dejado a Feijóo en una posición de vulnerabilidad frente a sus propios compañeros de partido y a la presión creciente de Vox, socio imprescindible en la Comunidad Valenciana.

 

 

 

La salida de Mazón, lejos de cerrar la crisis, ha abierto un escenario de incertidumbre en el PP.

 

 

Feijóo, que durante meses fue incapaz de tomar decisiones firmes respecto a Mazón, ahora se enfrenta a una negociación compleja con Vox para designar al nuevo presidente valenciano, sin convocar elecciones, en un clima de desconfianza interna y externa.

 

 

 

La estrategia de evitar elecciones responde al temor de perder aún más votos frente a la formación de Santiago Abascal, que crece en las encuestas y exige cada vez más concesiones ideológicas y políticas.

 

 

Este contexto ha reactivado el “modo electoral” del PP, que pide insistentemente comicios anticipados a nivel nacional, una táctica reiterada desde las elecciones generales de julio de 2023.

 

 

La incapacidad de Feijóo para consolidar su liderazgo y tomar decisiones autónomas alimenta la percepción de que el partido está a la deriva, sometido a los dictados de figuras como Isabel Díaz Ayuso y José María Aznar, y dependiente de Vox para mantener el poder territorial.

 

 

 

La negociación en Valencia es un ejemplo paradigmático de la debilidad estratégica del PP. Tras la dimisión de Mazón, el PP valenciano y Vox han iniciado conversaciones para definir al sucesor, en una reunión secreta en la que la dirección nacional de Feijóo apenas participa, limitándose a recibir información de segunda mano.

 

 

Vox, consciente de su fuerza parlamentaria y del desgaste del PP, exige compromisos ideológicos claros: endurecimiento de la política migratoria, recortes en prestaciones sociales, reformas identitarias y un discurso contrario al ecologismo y la diversidad lingüística.

 

 

El partido ultra, que ya ha forzado elecciones anticipadas en Extremadura y Castilla y León, no tiene incentivos para facilitar un acuerdo rápido, y podría optar por elecciones que le otorgarían mayor representación.

 

 

En este escenario, Feijóo aparece como un líder amortizado, incapaz de imponer su criterio ni dentro ni fuera del partido.

 

 

Las voces críticas dentro del PP, como la de Francisco Maruenda en “La Razón”, señalan que la dirección nacional carece de control sobre las negociaciones autonómicas y que la verdadera agenda la marca Vox.

 

 

La dimisión de Mazón, lejos de ser una decisión impulsada por Feijóo, fue el resultado de la presión social y mediática, especialmente de las víctimas de la DANA, que durante un año reclamaron su salida sin obtener respuesta del líder nacional.

 

 

La gestión de la crisis valenciana también ha puesto de manifiesto el deterioro de la imagen pública del PP.

 

 

Las declaraciones institucionales de Feijóo sobre el apoyo a las víctimas contrastan con la actitud del partido en el Congreso, donde los diputados populares se han negado a aplaudir a quienes han sufrido las consecuencias de la catástrofe.

 

 

Esta incoherencia ha sido duramente criticada en redes sociales, donde la respuesta ciudadana supera en impacto a los mensajes oficiales del partido.

 

 

La debilidad de Feijóo se refleja también en su relación con los socios autonómicos y en la falta de liderazgo efectivo en negociaciones clave.

 

 

Vox, que ha purgado a figuras como Ortega Smith para consolidar el control de Abascal, aprovecha la fragilidad del PP para imponer su agenda y aumentar su influencia en territorios estratégicos.

 

 

Los representantes de Vox en la negociación valenciana, Ignacio Garrigas y Monserrat Yis, ya han demostrado su capacidad para obtener concesiones sustanciales, como en el pacto presupuestario que permitió a Mazón mantenerse en el cargo y acceder a privilegios económicos tras cumplir dos años como presidente.

 

 

 

El futuro inmediato del PP pasa por la resolución de la crisis valenciana y la capacidad de Feijóo para recuperar la iniciativa política.

 

Sin embargo, la dependencia de Vox y la falta de cohesión interna dificultan cualquier intento de consolidación.

 

 

La percepción de que el PP está “amortizado” y que Feijóo es un líder débil se extiende entre la militancia y los votantes, que observan cómo el partido se somete a los dictados de la extrema derecha y renuncia a sus principios fundacionales.

 

 

La situación en Valencia es especialmente crítica. La falta de convocatoria de elecciones tras la dimisión de Mazón se percibe como una maniobra para evitar el castigo electoral, pero también como una muestra de falta de respeto a los ciudadanos y a las víctimas de la DANA.

 

 

 

Vox, por su parte, presiona para que el PP asuma su agenda completa y amenaza con forzar elecciones si no obtiene las concesiones que reclama.

 

 

El resultado de esta negociación marcará el futuro político de la Comunidad Valenciana y, probablemente, el destino de Feijóo como líder nacional.

 

 

En paralelo, la crisis interna del PP se agrava por la ausencia de figuras de peso en las negociaciones y por la desconfianza entre las direcciones autonómica y nacional.

 

 

La falta de transparencia y la improvisación han generado enfrentamientos públicos y han debilitado aún más la posición de Feijóo, que se ve obligado a reaccionar ante los acontecimientos en lugar de anticiparlos.

 

 

 

En conclusión, el Partido Popular se enfrenta a una encrucijada histórica en la que la falta de liderazgo, la dependencia de Vox y la gestión deficiente de las crisis territoriales amenazan su futuro como fuerza política mayoritaria.

 

 

Alberto Núñez Feijóo, lejos de consolidarse como referente nacional, aparece cada vez más como un líder cuestionado y vulnerable, incapaz de frenar la decadencia del partido y de recuperar la confianza de la sociedad española.

 

 

La resolución de la crisis valenciana y la capacidad para articular una alternativa creíble serán determinantes para el futuro del PP y para la supervivencia política de Feijóo en un escenario marcado por la polarización y la fragmentación del espacio conservador.

 

 

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