El comunicador Pedro Ruiz lanza su libro de memorias ‘¡Paren el mundo, que me bajo!’, donde repasa con ironía su dilatada trayectoria profesional
Pedro Ruiz Céspedes (Barcelona, 17 de agosto de 1947) sigue en activo.
Medio siglo después de irrumpir en los escenarios, el actor, humorista, escritor y showman lanzó en septiembre su nuevo libro, ‘¡Paren el mundo, que me bajo!’ (Almuzara), que ha tenido una acogida extraordinaria.
Tanto, que la primera edición está a punto de agotarse y la segunda se prepara para su lanzamiento.
Cada fin de semana, Pedro Ruiz se sube al escenario del Palacio de la Prensa de Madrid con Mi vida es una anécdota, un espectáculo cargado de ingenio, donde repasa con ironía y memoria su propio recorrido.
De la España de Franco al primer gran escándalo
En su repaso por los momentos más intensos de su trayectoria, Ruiz evoca con precisión su primer gran encontronazo con la censura y con el poder.
“El 11 de marzo de 1974 me contrataron para hacer un espectáculo en Barcelona que arrasó.
Era una época en la que todavía se intentaba legitimar un espíritu muy rígido”, rememora en conversación con elcierredigital.com.
En aquellos años de transición política, el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, había pronunciado su famoso discurso del “espíritu del 12 de febrero”, en el que insinuaba una tímida apertura de régimen franquista.
Sin embargo, la realidad seguía marcada por fuertes restricciones. En ese contexto, Pedro Ruiz llevó a Madrid su espectáculo barcelonés, tan “incorrecto” que estuvo a punto de costarle serias consecuencias personales y profesionales.
“Actué en el Hotel Eurobuilding de Madrid.
Había 600 personas: Arias Navarro, todos los ministros, la hija de Franco, los embajadores, la Falange, el Opus… Franco ya estaba enfermo.
El espectáculo, lleno de sátira, se interrumpió tres o cuatro veces. Hubo enfrentamientos entre unos y otros por la libertad con la que yo me expresaba.
Al día siguiente, algunas crónicas decían que se reestrenaba la libertad de expresión en España”, ironiza.
Escenas de transición
Durante los años de la Transición, Pedro Ruiz fue testigo de encuentros que hoy resultarían imposibles.
“Organicé una partida de dominó para la televisión con Txiki Benegas, Santiago Carrillo, Agustín Rodríguez Sahagún y Manuel Fraga, que querían hacer lo contrario de lo que ocurre ahora: evidenciar que se llevaban bien”, recuerda.

“Fingíamos ante las cámaras. Yo no sé jugar al dominó, así que hacía de personaje, de Séneca. Esa escena era una alegoría: no necesita más comentarios”, recuerda.
Su vuelta a la televisión llegó con ‘Como Pedro por su casa’, siete viernes consecutivos de los meses de mayo y junio de 1985, y al año siguiente, en 1986, ‘Esta noche, Pedro’.
A partir de ahí, comenzó una etapa de brillo y censura a partes iguales.
“Con Felipe hice programas en 1985 y 1986, pero también vino el veto por solidarizarme con Lola Flores en su pulso con Hacienda.
Durante nueve años no pude volver a la televisión pública. Todos los años presentaba proyectos, pero no pertenecía a ningún grupo”, cuenta.
De los vetos a la guerra de Irak
Durante los años del aznarismo, Ruiz sintió que algunos vetos se levantaban mientras algunos le señalaban de ser afecto al PP.
“Aznar me levantó los vetos que pudiera tener y pude hacer un programa con mucho prestigio.
Pero lo abandoné por la guerra de Irak. No me sentía cómodo con la situación. Dejo el programa el 29 de enero de 2004.
Luego vinieron los atentados del 11 de marzo. No fue una decisión heroica, simplemente no estaba cómodo”.
Después llegó el zapaterismo. “No quiero hacer victimismo. Me limito a narrar lo que ocurre cuando me ocurre”, afirma.
“Estuve 12 años sin poder trabajar con Franco, nueve en el final de Felipe sin poder hacer televisión, y ahora llevo 20.
Solo pude hacer, hace casi dos años, un especial: ‘Nada del otro mundo’.
En las últimas dos décadas he presentado programas permanentemente, pero hay un tinglado de productoras y amigos.
No hay televisiones públicas, hay televisiones de partido”.
Ruiz lanza una de sus ironías más punzantes: “Creo que Pedro Sánchez podría presentar el telediario de La 1 y Ayuso el de Telemadrid”.
Durante el marianismo tampoco tuvo espacio en la pantalla.
Y con Sánchez solo ha podido realizar un especial encargado por José Pablo López, hoy presidente de RTVE.
Le digo a Ruiz que en los últimos años se le barrunta más relajado con el mundo tras dejar de luchar por tener razón.
Y él cita entonces a su amigo Eloy Arenas: “Fulanito se cargó de razón y no podía moverse.
Yo estoy en un punto de la vida relajado respecto a los conflictos. No hablo de política.
Ya no quiero tener razón, quiero tener derecho a no tener razón”.
Puertas cerradas, escenarios abiertos
El humorista también aprendió paciencia “a base de golpes”.
Durante doce años cuidó de su madre, que sufrió una hemiplejía y perdió la capacidad de hablar con normalidad.
“Fue entre 1997 y 2009. Eso te enseña otra forma de mirar la vida”, señala.
En los últimos años, Ruiz solo ha aparecido una noche en la pequeña pantalla.
“Durante solo una noche se emitió un programa hace dos años. ‘Nada del otro mundo’. Lo produjo El Terrat, lo dirigí y lo escribí yo. Fue un gesto, más que una vuelta.
El programa iba a ser el previo a algo parecido a lo que hice en ‘La noche abierta’.
Pero el diálogo se interrumpió con José Pablo López. Agradezco haber hecho el programa, y volveré a la televisión… o a Telepizza, que siempre sabe dónde va la pasta”, bromea.
A sus 78 años, mantiene intacto el pulso del observador inconformista. Su espectáculo ‘Mi vida es una anécdota’ mezcla recuerdos, sátira y filosofía doméstica.
En él hay tanto del cómico que desafiaba a la censura en los setenta como del hombre que sigue preguntándose por qué se le cerraron tantas puertas en televisión.