“¿Coincidencia… o cálculo perfecto?” Las palabras de Bergerot resonaron en el parlamento como una bomba. Con voz serena pero firme, acusó a Ayuso de convertir el colapso del sistema público de salud en un regalo perfectamente envuelto para Quirón. Su discurso puso al descubierto la sospecha que todos temían expresar: lo que parecía incompetencia… podría ser, en realidad, una estrategia. Nombres cambiados, clínicas privadas llenas y hospitales públicos vacíos. ¿Fue una coincidencia? ¿O acaso el “negocio de la salud” había encontrado su época dorada entre las ruinas? Silencio. Se intercambiaron miradas. La política se convirtió en un thriller. ¿Tiene un responsable este colapso? La sospecha era generalizada, y la respuesta… podría ser más valiosa de lo que pensábamos.

El dardo de Bergerot a Ayuso por sus ataques a la sanidad pública: “Un botín para Quirón”.

 

 

 

 

 

 

 

Hoy comenzó con una frase clara: “Tendremos poco tiempo hoy para hablar… De hecho, no es el día para hablar, al menos nosotros y nosotras; es el día para escuchar”.

 

 

Con esas palabras, una diputada del grupo parlamentario de la oposición en la Asamblea de Madrid puso en pie el debate sobre la sanidad pública madrileña, la espera interminable, y la responsabilidad política que se está reclamando.

 

 

Su intervención dejó una imagen que ya recorre los pasillos: una compañera detectó un bulto en el pecho, su médica solicitó una mamografía urgente, esperó seis meses sin recibir ninguna llamada, tuvo que acudir a la privada, recibió el diagnóstico de cáncer con meses de retraso y afrontó una quimioterapia más agresiva de lo que habría necesitado.

 

 

Eso, según ella, no es un caso aislado: es la historia de “miles de madrileños que esperan angustiados”, que no saben si tienen una enfermedad grave o cuándo podrán recibir atención.

 

 

Esa espera es, denunció, causada por decisiones que se toman en despachos: prioridades mal puestas, inversión pública desviada, recursos humanos insuficientes.

 

 

Señaló directamente a los que gobiernan: “Ustedes son los responsables de esta situación, ustedes que duplican el presupuesto de los hospitales de Quirónsalud mientras no contratan radiólogos, no contratan enfermeras y tienen colapsados los centros de salud de medio Madrid”.

 

 

No se quedó ahí: añadió que detrás de ese presupuesto elevado está “toda su corte de comisionistas de la sanidad privada con su novio a la cabeza”.

 

 

Su tono no fue solo crítico, fue de acusación tangible, de duelo personal convertido en exigencia política.

 

 

La presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, respondió resaltando cifras: “Desde que soy presidenta, el presupuesto anual ha crecido en 2.200 millones de euros.

 

 

En 2026 va a superar los 11.000 millones. Representa el 40 % del presupuesto de la Comunidad de Madrid”.

 

 

Y enumeró proyectos de infraestructuras, reformas hospitalarias, programas para la salud femenina, telemedicina, hospitalización a domicilio, listas prioritarias para sospechas de malignidad.

 

 

“En la Comunidad de Madrid —afirmó— las personas con aviso de posible malignidad no esperan más de 15 días”. Fue su réplica.

 

 

El choque de versiones revela un problema mayor: los datos muestran un aumento del volumen total de pacientes en lista de espera.

 

 

Según estadísticas recientes, las listas de espera médicas en Madrid acumulan más de un millón de citas pendientes, un incremento de más del 60 % desde que Díaz Ayuso accedió al poder en 2019.

 

 

El País+1 Esa cifra reúne diferentes tipos de espera: consultas externas, pruebas diagnósticas y cirugías.

 

 

Aunque algunas estadísticas oficiales señalan que Madrid mantiene una espera media para quirófano inferior a la media nacional, el crecimiento sostenido del número de personas en espera y los testimonios de demora en diagnósticos generan una gran tensión social.

 

 

 

La diputada insistió en que “no se puede ser tan mezquina de mentir de esa manera con los enfermos de cáncer en la Comunidad de Madrid”, y desenmascaró lo que considera un doble discurso: mientras el gobierno presume de la “mejor sanidad pública de España”, los pacientes cuentan otra realidad: citas para mamografías con antecedentes familiares que llegan al año o más, consultas de traumatología que toman 103 días, y ecografías cerradas para residentes de Usera o Vallecas porque “la agenda está cerrada”.

 

 

 

Añadió que “ese es su legado, convertir el presupuesto sanitario en un botín para Quirón mientras todos a su alrededor se forran a costa de la sanidad de los madrileños”.

 

 

La reprochó también por haber dicho “defender la masturbación frente a la autoexploración mamaria” en alusión a un episodio de debate sobre cribados, y por recortar a las mujeres el sentido de esos programas preventivos cuando “200.000 mujeres se salvan gracias a los cribados que se realizan cada año”.

 

 

La diputada fue categórica: “Lo importante es cuánto tiempo se está en ellas, y ustedes lo saben”.

 

 

En el pleno, la acusación hizo énfasis en dos realidades entrelazadas: por un lado, la inversión bruta está subiendo —como reconoció la presidenta— pero, por otro, los datos de demora y los testimonios de pacientes pintan una sanidad tensada.

 

 

Esa contradicción es el centro del debate. ¿Qué significa realmente “lista de espera” cuando no hay cita, cuando no hay diagnóstico, cuando el medido espera y la puerta se cierra?

 

 

La presidenta, en su defensa, fue comedida en lo retórico y cargada en cifras; pero no consiguió disolver el relato de la oposición, que vinculó directamente la demora con decisiones políticas y apuntó a la socialización de la sanidad privada como causa del desvío de fondos públicos, “a costa de la sanidad de los madrileños”.

 

 

 

El escenario que pintó la diputada está cargado de desconfianza. Dijo que tienen “la mejor sanidad pública de España” pero sus palabras dieron paso a estadísticas, pacientes y pruebas que miden todo lo contrario.

 

 

 

“Nuestros compañeros detectados en cáncer”, “listados que no tienen ni citación”, “presupuesto que crece mientras la atención se retrasa”… Todo converge en una acusación: que no basta con hablar de presupuesto récord, que la calidad se mide en tiempo de diagnóstico, en horas de espera, en vidas que podrían haberse salvado si la máquina no se hubiera detenido.

 

 

 

Y mientras tanto, la guerra parlamentaria sigue su curso. La diputada concluyó mirando directamente a la presidenta: “Yo le aconsejo una cosa: que le diga a su novio que no se escape… porque esto no es sólo política, esto es responsabilidad”.

 

 

 

Esa frase, cargada de insinuación personal, cerraba un discurso que quiso contener lo emocional y lo institucional. Fue un ejemplo de cómo la sanidad, la gestión pública y la política se cruzan en la vida real de millones de personas.

 

 

La sesión dejó, además, una promesa: desde su grupo parlamentario “intentarán ayudar, estar al lado de los afectados, incluso incomodando”.

 

 

Y una advertencia: son conscientes del coste político que ello supone, los artículos, los ataques, la criminalización de víctimas que ya se repiten en otras comisiones de investigación. Y aun así: “Bienvenidos”, dijo, “si es el coste, lo asumimos”.

 

 

 

Este debate es mucho más que una disputa partidista. Es una conversación sobre qué significa cuidar, cuándo se diagnostica, cuál es la responsabilidad pública y qué valor le damos al tiempo.

 

 

 

Las cifras muestran un aumento de la espera, los testimonios muestran vidas interrumpidas, y la política está en el centro de esa tensión. Porque, como la diputada señaló, “estar sentado en un reservado mientras tu gente se ahoga es política”.

 

 

Y muchos madrileños siguen esperando la llamada.

 

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