La última emisión de ‘El Intermedio’ ha vuelto a dejar declaraciones que no han pasado desapercibidas.
En esta ocasión, El Gran Wyoming centró parte de su atención en la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y en el tono que ha adoptado recientemente en sus intervenciones públicas.
Para el presentador, su forma de expresarse recuerda cada vez más a la de José María Aznar, especialmente en los mensajes que apelan directamente a la idea de firmeza, identidad y “defensa de la verdad”.
Todo comenzó a raíz de una entrevista concedida por Ayuso en esRadio, en la que se refirió al tratamiento mediático y judicial de un caso que involucra a figuras muy cercanas a su entorno político y personal.
En su intervención, la presidenta madrileña mencionó la necesidad de que quienes trabajan en espacios públicos —ya sean periodistas, jueces o fiscales— actúen con lo que definió como “sentido de compromiso y responsabilidad”.
Un mensaje que, según Wyoming, no solo suena familiar, sino que casi parece una actualización de los discursos que popularizó Aznar durante sus años en el gobierno.
El presentador, reconocido por su ironía característica, comentó en directo que la evolución del estilo de Ayuso parece formar parte de lo que describió como una “mimetización progresiva” con el expresidente.
Según él, no se trata solo de referencias políticas, sino de la manera de enmarcar el discurso, el tipo de énfasis y el uso de expresiones amplias que apelan a la idea de unidad y convicción, como si se estuviera hablando desde una posición de liderazgo moral más que institucional.
Wyoming recordó durante el programa una frase pronunciada recientemente por Aznar en la que invitaba a la ciudadanía a actuar dentro de sus posibilidades para influir en la realidad pública, algo que él resumió en la conocida estructura: “El que pueda hablar, que hable; el que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte.”
Para el presentador de laSexta, las similitudes entre esa declaración y los últimos mensajes de Ayuso son más que llamativas.
A partir de ahí, Wyoming llevó su reflexión a un terreno más humorístico, pero no menos crítico.
Señaló que, si esta convergencia de discursos continúa, podríamos llegar a ver situaciones en las que el estilo comunicativo se traslade incluso a quienes acompañan a la presidenta en su círculo más cercano.
Sin nombrar directamente hechos concretos, insinuó que ciertas imágenes culturales conocidas —como el recordado comentario sobre la famosa bebida “relaxing cup”— podrían revivirse en nuevos contextos.
El comentario despertó risas en el plató, pero detrás de la broma se escondía una idea más profunda: cómo los discursos políticos pueden generar ecos y reproducirse en diferentes momentos históricos, especialmente cuando se busca consolidar una identidad o reforzar una narrativa de liderazgo personal.
El análisis presentado por Wyoming no se limitó a la comparación estilística.
También puso sobre la mesa el debate acerca de cómo el lenguaje político se está transformando en un escenario en el que las palabras parecen tener tanta importancia como las decisiones.
En su opinión, el énfasis en la defensa de la verdad o del patriotismo puede convertirse en un recurso retórico poderoso, aunque ese tipo de mensajes requiere transparencia, equilibrio y responsabilidad para no caer en simplificaciones excesivas.
Lo interesante de este enfoque es que no se trata de un simple comentario irónico sobre la forma de hablar de una dirigente política, sino de una observación sobre cómo los discursos se heredan, se reinterpretan y, en ocasiones, se reactivan dependiendo del contexto social y mediático.
La pregunta que deja Wyoming abierta —y que resuena más allá del humor— es:
¿Hasta qué punto el lenguaje político actual está modelado por referencias del pasado?
¿Y de qué manera afecta eso a la percepción ciudadana sobre quién lidera, quién inspira y quién persuade?
En un panorama donde las palabras circulan más rápido que nunca, la forma de decir puede llegar a tener tanto impacto como lo que se dice.