Ni lágrimas ni teatro: el Congreso vio a través del guion. El intento del Gobierno de convertir la corrupción en un drama emocional fracasó estrepitosamente. Pedro Sánchez subió a la tribuna con gesto grave, voz quebrada y frases calculadas para despertar compasión, pero nadie mordió el anzuelo. La oposición, fría y estratégica, dejó claro que no hay pena que tape las sombras del caso Cerdán ni las maniobras que sacuden al PSOE. Durante más de una hora, Sánchez habló de empatía, de unidad, de “ataques injustos”, pero evitó cuidadosamente cada pregunta incómoda. Ni contratos, ni nombres, ni explicaciones. El hemiciclo se dividió entre el silencio y la incredulidad, mientras en los pasillos se oían susurros sobre una crisis que ya huele a fin de ciclo. Lo que pretendía ser un acto de control parlamentario terminó en una escena de impotencia política, donde el victimismo se derrumbó ante la realidad. Porque esta vez, ni el drama, ni el discurso, ni la pena bastaron para salvar el relato.|TH

pena impostada

La oposición no se tragó el melodrama barato del Ejecutivo. Sánchez sí respondió a las preguntas que nada tenían que ver con la corrupción.

La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Sara Aagesen durante la sesión de control al Gobierno.

El recuerdo aflora sin dificultad: el 30 de octubre de 2024, pocas horas después de que un émulo del Diluvio bíblico se cobrara las vidas de 237 personas –se habla mucho de las 229 víctimas valencianas; poco o nada de las siete de Castilla-La Mancha y de la única andaluza– en el Levante español, la delegada del PSOE en la Presidencia del Congreso, Francina Armengol, suspendió la sesión de control y mantuvo el pleno extraordinario para “renovar de urgencia” RTVE.

Aquel miércoles terrible, mientras decenas de víctimas yacían sepultadas bajo el barro asesino, el Gobierno se aseguró la reforma del paraíso mediático, progre y calvinista de Sánchez, y las farmacias de alrededor agotaron sus existencias de antieméticos.

La factoría de náuseas sanchista jamás defrauda. “Si necesita –la Comunidad Valenciana– más recursos, que los pida”, y así.

El Ejecutivo central se ha tirado un año escurriendo el bulto y señalando, maniqueo, al también infausto Mazón, presidente de la Generalidad, marqués de El Ventorro y muela rota aún sin extraer, inexplicablemente, del PP que preside Feijóo.

Con lo que eso duele. Con lo que puede acarrear: según la última encuesta de GAD3, Vox le birla siete diputados y el 61% de los votantes populares considera que debe dimitir.

Mas ahí sigue el hombre, como el lector más aplicado del Manual de resistencia que escribió Irene Lozano y firmó el yerno de Sabiniano, el de las saunas. Agua con biodramina, por favor.

Este miércoles, Sánchez y su corte revistieron la consigna de presunta moralidad: prohibido hablar de corrupción en el aniversario de la dana, mientras el exgerente del PSOE, Mariano Moreno, y la trabajadora de la Secretaría de Organización Celia Rodríguez comparecen ante el Supremo, en calidad de testigos, para abordar los pagos en chistorras, lechugas y soles del partido a José Luis Ábalos y a Koldo García.

“Hoy no es el día –le dijo el presidente del Gobierno al líder de la oposición–, es el día para la empatía, para el recuerdo, para la memoria de las víctimas”.

Ajá. También fue el día para responder la pregunta de la peneuvista Maribel Vaquero sobre la multirreincidencia, o la de Ione Belarra, quien pidió “prisión” para Mazón por su “gestión homicida”, sobre los planes políticos del Ejecutivo.

Para ellas sí; para el PP, no.

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Feijóo acertó rechazando, como el resto de diputados de su partido y de Vox, el cebo tóxico de la pena impostada. Nadie se tragó semejante melodrama. El líder de la oposición, tras recordar a las víctimas, le preguntó al presidente si este jueves “piensa decir la verdad” en la comisión de investigación del Senado, “o piensa seguir haciendo de Pedro Sánchez”. Este, cargado de solemnidad: “Hoy no es el día”, por esto, por lo otro, etcétera. Feijóo, en su sitio, recurrió a la memoria democrática: “Hace un año, usted y su grupo, cuando pedimos suspender el pleno, volvieron a la cámara para asaltar RTVE cuando las víctimas se estaban muriendo. Voy a seguir cumpliendo con mi deber, y mi deber es distinguir la verdad de la mentira”. “Ya veremos lo de su contabilidad B”, concluyó el genovés alfa, “lo que es seguro es que no tiene plan B para gobernar”.

Ester Muñoz se marcó una pequeña crónica parlamentaria dirigiéndose al presidente: “Ha mentido en 30 segundos: no ha contestado a Feijóo porque decía que no es el día, pero al resto de portavoces sí les ha contestado. Ha utilizado a las víctimas, en este día de recuerdo, para no contestar a la oposición. Ha sido indecente”. Le preguntó a María Jesús Montero si a ella y a sus compiyoguis les “compensa promover el enfrentamiento entre españoles para mantenerse en el Gobierno”. La visepreci, en la línea de su patrón, se puso de perfil y, en un alarde de irrealidad o de cinismo, deseó que los afectados “vean en el Congreso una esperanza para rehacer sus vidas”. En su réplica, la portavoz del PP remitió al pleno “para asaltar TVE” y recordó que “si hubiera una dana como la de hace un año, pasaría lo mismo”, añadiendo que “todo en ustedes es una farsa”.

Tellado insistió: “Lástima que esa empatía que hoy intentan representar no la tuvieran hace un año”. Y Bendodo: “Ustedes asaltaron RTVE y no suspendieron el pleno”. Montero sufría reprimiendo su tentación de mencionar a Mazón: “La gestión de esa crisis es una gestión francamente mejorable. Los ciudadanos saben qué responsabilidad tiene cada cual”. Pepa Millán: “De manera que hoy hay que reservar el debate. Qué vergüenza”. Jaime de Olano preguntó por los autónomos y la reaparecida Yolanda Díaz respondió sacando su recortada cuqui: “Es día para que pidieran perdón y por su gestión de la dana. Tienen 229 muertos a sus espaldas”. Ester Muñoz protestó y Armengol le pidió “tranquilidad”. Un tal Nahuel González, también sumando, como ido, acusó a Feijóo de ser “cómplice de la tragedia”. La vicepresidenta segunda: “Señor González, gracias por su pregunta”. Y la tropa, vestida de luto en general, no contuvo la amarga carcajada.

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